Esta noche ha sucedido un evento histórico en mi vida, espero que en la suya también sea un hecho digno de ser recordado.
Finalmente, después de tanto buscar (junto a mi gran amigo Matu), llegó a mis manos un texto que brinda, sin querer, una convincente explicación a por qué "la verdad de la milanesa" es LA verdad de la milanesa. Proveniente de un galardonado genio como lo fue Fontanarrosa, considero que es una hipótesis adoptable como científica. Así que les regalo tan preciado material para que compartan conmigo la alegría de tener una duda menos.
—Ocurre que tal vez a usted le gusten, le enloquezcan, las milanesas a la napolitana, mi estimado amigo —planteó Reiner, como quien expone los fundamentos de un nuevo teorema matemático frente a una clase—. No hay comida en el mundo que pueda apetecerle más que una buena milanesa a la napolitana. Correcto. Pues bien. La sociedad, entonces, le impone comer, de aquí en más, todos los días, cada tres, o con la periodicidad que a usted le plazca, Borzone, sola, única y exclusivamente milanesas a la napolitana. Por los siglos de los siglos. Muy bien...con el paso del tiempo, de los años, de los lustros, Borzone, usted va sintiendo nacer en su ser un extraño e irreprimible deseo de comer tallarines. Acude entonces a un psicoanalista, que le recomienda variar el menú, sin abandonar la milanesa. Enriquecerlo, le dirá. “Cómo mantener ardiendo la llama de la pasión física”, arengará la revista “Chabela”. Le recomendarán, de esta forma, comer la milanesa con más orégano, con menos orégano, con ajo, con puré, con mermelada de durazno, con pimienta negra, sin la pimienta... Pero usted, Borzone, sentirá que quiere comer tallarines. Tallarines, mi amigo, tallarines.
(Extracto de: UNA LECCIÓN DE VIDA, Roberto Fontanarrosa)
Visto y considerando que durante el día de hoy se celebra mi no-cuarto-aniversario, no puedo más que aplicar esta nueva filosofía de vida a las cuestiones maritales... por lo que los invito a brindar por mi.
Haber reafirmado la comprensión de la mente de un hombre, que finalmente ha optado por la fiel persecusión del tallarín, no sólo me convierte en milanesa (cosa que me da muchísima risa), sino que también me libera de andar embadurnada en mermelada de durazno. Las grandes delicias de la soltería. Ja!
Qué nos queda si no reírnos de nosotros mismos.
3 comentarios:
mi problema es que quiero milanesa al tallarín.
NUESTRO problema es que queremos milanesa al tallarín.
el trío es una buena solución?
Creo que siempre depender del trio!
Muy sabio lo suyo!
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