En estos días de relativo calorcito que nos regala Buenos Aires, me volvieron las ganas de ir a la plaza. En cualquier momento de la semana, a cualquier hora. Como cuando uno anda tentado de comer papas fritas y la idea anda tentada de volverse fija.
Una noche encontré un hueco de ausentes responsabilidades y me fui derechito hacia una a la que llego caminando. Me senté un rato, me fumé un pucho y me pensé algunas cosas. Estaba de lo más contenta, hasta que apareció el rompeburbujas: el "guardián de la plaza", que con uniforme y llave en mano, me anunció que "ya estaban cerrando". WTF%&@???
Sí, desde que a uno que conocemos todos se le ocurrió enrejar los espacios verdes, las plazas tienen una hora de cierre. No era la primera vez que me encontraba en esa situación, pero me agarró de sorpresa, así que me fui refunfuñando por lo bajo, como cuando cortaban la música en un boliche y había que salir al amanecer de un domingo. Sólo que eso no me pasa hace muchísimos años, más de los que me gustaría admitir.
Volví pensando en que en estos días de relativo calorcito que nos regala Buenos Aires, hay cosas que me vienen por adelantado y en pequeñas dosis: la primavera, y la vejez.
jueves, 26 de agosto de 2010
miércoles, 25 de agosto de 2010
Cadena nacional
Durante una cadena nacional, mientras uno hace que escucha a Cristina y se pregunta qué hacen Gastón Pauls y Andrea del Boca entre el auditorio presente, pocas cosas son tan entretenidas como hacer zapping, ir y volver entre los canales fijándose cuál de todos es el que recibe más rápido la señal, cuál emite con mayor volúmen y cuál tiene la mejor calidad de imagen.
El discurso... minga.
El discurso... minga.
lunes, 23 de agosto de 2010
Cosas que nadie sabe VI
Si los horarios publicados en la cartelera del cine anuncian el comienzo de la película o el de los avances.
domingo, 22 de agosto de 2010
Pongámonos de acuerdo
-O todos digamos EL Blackberry, o todos digamos LA Blackberry, démosle un poco de identidad al asunto.
-Que los enchufes sean o todos de dos patitas redondas, o todos de dos patitas planas en diagonal. A esta altura, comprar adaptadores es una idiotez.
-Los títulos de los libros escritos en sus lomos, o todos escritos para el lado del derecho, o todos escritos para el lado del revés. Andar meneando la cabeza para acá y para allá cuando se mira una biblioteca no da.
A ver si nos ponemos de acuerdo.
-Que los enchufes sean o todos de dos patitas redondas, o todos de dos patitas planas en diagonal. A esta altura, comprar adaptadores es una idiotez.
-Los títulos de los libros escritos en sus lomos, o todos escritos para el lado del derecho, o todos escritos para el lado del revés. Andar meneando la cabeza para acá y para allá cuando se mira una biblioteca no da.
A ver si nos ponemos de acuerdo.
sábado, 21 de agosto de 2010
Yumiko
Hoy volví a tener un sueño que durante el último mes se me repitió varias veces: escenas de la vida cotidiana, comunes y corrientes, cosas que no llaman la atención, donde lo único distinto siempre es lo mismo, todos tenemos puestas las zapatillas rosas de Yumi.
No quiero interpretarme. Sólo me desperté bastante triste, con ella en la cabeza.
Extraño los mientras mate, la voz grave con palabras y silencios justos. La risa dulce.
Todo eso que no vuelve, que ya no cuestiono, que entonces se mezcla y se transforma en zapatillas rosas.
Lo escribo acá porque éste es un lugar que a ella le gustaba, y porque todavía tengo la fantasía de que quizás pase volando a ver qué hay de nuevo... esas ganas de decirle cosas.
Me guardo un pedacito de amiga para encontrarte cuando yo quiera, así, linda, tan linda. Llena de magia y pan caliente.
Gracias por los momentos, la confianza, el hombro y el nombre.
Te quiero y espero que lo hayas sentido.
Caribeña (con una sonrisa, y un lagrimón)
No quiero interpretarme. Sólo me desperté bastante triste, con ella en la cabeza.
Extraño los mientras mate, la voz grave con palabras y silencios justos. La risa dulce.
Todo eso que no vuelve, que ya no cuestiono, que entonces se mezcla y se transforma en zapatillas rosas.
Lo escribo acá porque éste es un lugar que a ella le gustaba, y porque todavía tengo la fantasía de que quizás pase volando a ver qué hay de nuevo... esas ganas de decirle cosas.
Me guardo un pedacito de amiga para encontrarte cuando yo quiera, así, linda, tan linda. Llena de magia y pan caliente.
Gracias por los momentos, la confianza, el hombro y el nombre.
Te quiero y espero que lo hayas sentido.
Caribeña (con una sonrisa, y un lagrimón)
jueves, 19 de agosto de 2010
Sí, somos minitas
Partamos de una base: toda mujer cuando se separa ne-ce-si-ta (nótese el énfasis de la palabra necesita) un corte de pelo.
Y ahí vamos por la calle caminando hacia la peluquería más top, hechas unas piltrafas con los ojos hinchados del llanto escondidos detrás de los anteojos de sol más grandes que encontramos, tratando de evitar nuestro reflejo en las vidrieras porque salimos vestidas así nomas, despeinadas y moqueando las penas.
Entramos en el santuario del pelo, nos recibe una recepcionista que está divina (cómo mierda hace para estar divina a las 8 de la mañana???) y empezamos a sentirnos cada vez peor. Nos sirven un café junto a la revista que contiene los chismes de turno. Página tras página nos vamos empapando la autoestima de modelos que se casan en hoteles importados, modelos embarazadas con caras de felicidad, modelos caminando descalzas por la playa con sus novios idílicos, y sí... también están las que se acaban de separar... sólo que a diferencia nuestra, ellas tienen tetas y culo. Pura teta. Puro culo. Y encima bronceados... en invierno!
La recepcionista, que nos mira con cara de "yo te entiendo" pero que en realidad es mentira, nos hace pasar a las piletas para que nos mojen el pelo, esas asquerosas piletas que hacen que te duela el cuello. Nos envuelven la cabeza en una toalla y nos ponen una capa, si ya nos sentíamos mal, ahora que nos ponen frente al espejo y nos vemos absolutamente ridículas, nos da hasta vergüenza que nos miren las otras clientas.
Más espera. Hasta que llega él, haciendo su entrada triunfal con tijera en mano. Convengamos que la tijera asusta, porque en definitiva él tiene el poder. Si no logramos que entienda nuestras directivas acerca del corte que deseamos... estamos fritas, nos tenemos que quedar encerradas en casa por lo menos por una semana para que nadie nos vea.
Cae el primer mechón, el miedo, el espejo con mucha luz y el pelo mojado nos hace sentir horrendas, y para colmo mientras nos cortan y recortan, no tenemos otra cosa que hacer que contar con lujo de detalles nuestra desgracia amorosa. El peluquero, obvio, siempre está de nuestro lado, y ahí llega el tan pero tan salvador "Vos te merecés otra cosa, si sos hermosa". La sonrisa.
Todo vuelve a su lugar, el corte terminado nos queda bien, un tipo que nos piropea, y la que barre el piso que nos dice que nos parecemos a no se que actriz.
Sacamos pecho y respiramos aliviadas. Vamos por la calle moviendo la cabeza y las caderas, los anteojos que nos tapaban los ojos hinchados ahora son de diva. Un pelazo a lo Klosterboer.
Y llegamos a casa, y en el ascensor nos miramos. Atrás de los lentes, siguen los mismos huevos fritos, sobre la cara tenemos miles de pelitos pegados, el corte no está tan bueno, ni en pedo nos parecemos a esa actriz, el piropo lo dijo un tipo que en definitiva es gay y para colmo nos cobró una fortuna.
Salen las lágrimas, y por favoooooor! salgamos a calmar ansiedades con dinero plástico. Ropa nueva nunca viene mal. Qué minitas.
Esto de la soltería es un gran negocio que retroalimenta el capitalismo. Ta que lo parió.
lunes, 9 de agosto de 2010
Esos raros inventos nuevos
Querer tomar un buen mate es una sensación gloriosamente cómoda cuando se posee pava eléctrica.
miércoles, 4 de agosto de 2010
domingo, 1 de agosto de 2010
Broma que no embroma
Cada vez voy encontrando más consecuencias de la era tecnológica que nos toca vivir.
Ahora parece que también nos quita la espontaneidad en cuanto a las bromas pesadas: para tirar a la pileta a alguien vestido, primero hay que preguntarle en qué bolsillo tiene el celular y sacárselo.
Así no tiene gracia.
Ahora parece que también nos quita la espontaneidad en cuanto a las bromas pesadas: para tirar a la pileta a alguien vestido, primero hay que preguntarle en qué bolsillo tiene el celular y sacárselo.
Así no tiene gracia.
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