jueves, 14 de mayo de 2009

La lucha por el techito

Cuando en Buenos Aires se larga a llover una vez que la mayoría salió de su casa, la mitad de la gente es sorprendida sin paraguas, botas ni piloto. En ese momento se desata la lucha por el techito.

Cualquier hueco que nos salve del agua es un bien tan preciado como codiciado. El clásico, es refugiarse bajo la entrada de un edificio mientras esperamos que el semáforo nos ceda el paso o amontonarse bajo el toldo de algún kiosko cuando el colectivo no llega, pero también están los que improvisan techos portátiles con algún diario que no será leído y hasta con sus maletines. Es moneda corriente caminar bien pegaditos a las paredes de la cuadra, rogando que una hilera de balcones anchos nos haga menos tedioso el tránsito. Sin embargo, y como si fuera poco... ahí están ellos: los poseedores de paraguas que acaparan la parte techada de la vereda, como si así fueran a mojarse menos. Se pasean triunfantes por la ciudad, alardeando haber oído el pronóstico con anticipación. Se regodean al vernos inmersos en la molestia, y nos meten el dedo en la yaga cada vez que se chocan con nosotros, porque con su arrogancia obligan a que nos desplacemos hacia la intemperie. Si tenemos la valentía de imponernos, entonces la venganza no tarda en llegar, o bien corremos el peligro de ser mojados con el agua que chorrea de sus paraguas o de que nos claven una punta de los mismos en el ojo.

La lucha de clases, querido Marx, llega con la tormenta, no con el capitalismo.

1 comentario:

Tomas Romero dijo...

la conclusión final es exelente...y presisa!! digna de una filosofa como vos...jajaja.

Me levantaste la mañana con una sonrisa...
besos.