Que mi celular tenga radio me viene al pelo. Nunca me sirvió un mp3 porque no se bajarme música y menos cargarla al aparato. Pero hay dos problemas: el primero, que voy al trabajo en subte y no llega la señal, el segundo, los auriculares. Nunca me vino bien ningún auricular, me duelen las orejas, se me caen, son muy grandes, son muy cortos, me aplastan el peinado, se escucha mal o sólo de un lado. Pero como si esto fuera poco, se me enredan adentro de la cartera. Siempre.
Hoy me di cuenta de que no me pasa a mi sola. Una chica iba en el colectivo cerca mio, haciendo malabares para desenredar sus auriculares, acción que con el bondi lleno, las manos repletas de bolsas y unas cuantas frenadas, no era muy fácil que digamos. Y de repente, con hartazgo gritó: "oiga señor colectivero! no me cambia la radio y me pone un ratito a Paluch?"
Así que fuimos todos escuchando un ratito a Paluch. La chica sonreía, y yo me moría de ganas de decirle que era mi nueva ídola.
lunes, 18 de mayo de 2009
viernes, 15 de mayo de 2009
Plagio
Uno deja de ser niño cuando se da cuenta de que "el feliz cumpleaños" tiene la misma melodía que "el payaso plim plim".
jueves, 14 de mayo de 2009
La lucha por el techito
Cuando en Buenos Aires se larga a llover una vez que la mayoría salió de su casa, la mitad de la gente es sorprendida sin paraguas, botas ni piloto. En ese momento se desata la lucha por el techito.
Cualquier hueco que nos salve del agua es un bien tan preciado como codiciado. El clásico, es refugiarse bajo la entrada de un edificio mientras esperamos que el semáforo nos ceda el paso o amontonarse bajo el toldo de algún kiosko cuando el colectivo no llega, pero también están los que improvisan techos portátiles con algún diario que no será leído y hasta con sus maletines. Es moneda corriente caminar bien pegaditos a las paredes de la cuadra, rogando que una hilera de balcones anchos nos haga menos tedioso el tránsito. Sin embargo, y como si fuera poco... ahí están ellos: los poseedores de paraguas que acaparan la parte techada de la vereda, como si así fueran a mojarse menos. Se pasean triunfantes por la ciudad, alardeando haber oído el pronóstico con anticipación. Se regodean al vernos inmersos en la molestia, y nos meten el dedo en la yaga cada vez que se chocan con nosotros, porque con su arrogancia obligan a que nos desplacemos hacia la intemperie. Si tenemos la valentía de imponernos, entonces la venganza no tarda en llegar, o bien corremos el peligro de ser mojados con el agua que chorrea de sus paraguas o de que nos claven una punta de los mismos en el ojo.
La lucha de clases, querido Marx, llega con la tormenta, no con el capitalismo.
Cualquier hueco que nos salve del agua es un bien tan preciado como codiciado. El clásico, es refugiarse bajo la entrada de un edificio mientras esperamos que el semáforo nos ceda el paso o amontonarse bajo el toldo de algún kiosko cuando el colectivo no llega, pero también están los que improvisan techos portátiles con algún diario que no será leído y hasta con sus maletines. Es moneda corriente caminar bien pegaditos a las paredes de la cuadra, rogando que una hilera de balcones anchos nos haga menos tedioso el tránsito. Sin embargo, y como si fuera poco... ahí están ellos: los poseedores de paraguas que acaparan la parte techada de la vereda, como si así fueran a mojarse menos. Se pasean triunfantes por la ciudad, alardeando haber oído el pronóstico con anticipación. Se regodean al vernos inmersos en la molestia, y nos meten el dedo en la yaga cada vez que se chocan con nosotros, porque con su arrogancia obligan a que nos desplacemos hacia la intemperie. Si tenemos la valentía de imponernos, entonces la venganza no tarda en llegar, o bien corremos el peligro de ser mojados con el agua que chorrea de sus paraguas o de que nos claven una punta de los mismos en el ojo.
La lucha de clases, querido Marx, llega con la tormenta, no con el capitalismo.
viernes, 8 de mayo de 2009
Smile
Saludar con un beso al conductor de un auto desde los asientos traseros, es tan ridículamente incómodo, que nunca deja de provocarme una sonrisa.
martes, 5 de mayo de 2009
iGod
Todos los propietarios de un iPod alguna vez jugaron al juego donde "iGod" pasa un tramo de algún tema contenido en el aparato (elegido al azar) y uno debe adivinar el nombre de dicha canción o su intérprete antes de que se acabe el tiempo.
Todos los carentes de iPod alguna vez jugamos a adivinar qué está escuchando el de al lado en el colectivo, basándonos en el sonido metálico que se escapa de sus auriculares de mala calidad.
La pucha! lo que es la conformidad.
Todos los carentes de iPod alguna vez jugamos a adivinar qué está escuchando el de al lado en el colectivo, basándonos en el sonido metálico que se escapa de sus auriculares de mala calidad.
La pucha! lo que es la conformidad.
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